AARM

Columna de Opinión: EL VALOR DEL DIRIGENTE DEPORTIVO

Anticipándose al término de la prórroga de vigencia de las organizaciones deportivas, en junio pasado, el Directorio de la Asociación Atlética Regional Metropolitana (AARM) llamó a elecciones para su renovación.

En un proceso eleccionario ejemplar, y presentando un programa claro de trabajo, el nuevo Directorio de consenso, que encabezará Elson Bustamante, fue elegido por 14 votos a favor y ninguno en contra.

Por años hemos escuchado que “las instituciones valen por las personas que la conforman.” En efecto, el legado del presidente saliente, Víctor Martínez junto a su equipo conformado por Ana Garrido (Secretaria), Miguel Molina (Tesorero), los Directores José Manuel Campos; Álvaro González; Leonardo Jarpa, y la Comisión Técnica integrada por Elson Bustamante y Richard Quezada, es digno de destacar.

Con la casa ordenada, entregan una asociación con un millonario saldo en la caja, uno de los pocos en la historia del deporte nacional. Se suma el lanzamiento de la plataforma Usplat para inscripciones y control en red de los torneos con puntaje Todo Competidor y otras categorías, Cross y Trail. A ello se agregan los patrocinios, programas escolares, charlas técnicas y cursos, más una afiatada Asociación Metropolitana de Jueces de Atletismo.

Al contrario, varias otras Asociaciones Atléticas Regionales, se encuentran sin directorios vigentes. Por alguna razón sus presidentes se niegan a llamar a elecciones, pudiendo y debiendo hacerlo. Es cierto que la falta de buenos dirigentes es un problema cada vez más agudo, pero ello no puede ser excusa para dejar a las entidades deportivas en tan irregular situación.

¿Cuáles son entonces los valores (pautas de comportamiento) y principios (normas éticas) que debe representar un dirigente deportivo?

El deporte es una poderosa herramienta de formación, integración y vinculación social. Como tal, incide en el cuidado de la salud y el bienestar de las personas, entre otros aportes. Por ende, ejercer un cargo dirigencial es un servicio a la vida de los deportistas. En ese afán, un directivo debe cultivar una honesta disciplina personal y practicar seriamente la tolerancia, el respeto de las reglas y la libertad de los asociados; debe ser leal con los fines de la institución y su proyección en la sociedad, junto al cuidado de las formas para el desarrollo personal y colectivo de todos sus socios. En este sentido, las virtudes se practican, no se declaran.

En el otro carril, ¿cuáles son los antivalores en el deporte? El afán de poder y figuración propia, el aprovechamiento de los cargos como fuente de negocios y otros fines personales. El nepotismo, fraude, corrupción, dopaje (trampa), manipulación, individualismo que impide el trabajo en equipo, son antivalores que desprestigian el noble servicio dirigencial y corroe por dentro el alma y misión de las organizaciones deportivas.

Es necesario despertar y permanecer alertas ante las prácticas dirigenciales viciosas. Para ello, el trabajo directivo – noble y necesario voluntariado – debe privilegiar el bien común, el trato personal, fomentando un ambiente cálido y personal, fundado en sólidas vinculaciones interpersonales, como un medio privilegiado para la formación de los niños y jóvenes deportistas. Este es un camino eficaz para forjar en ellos el carácter y una sana personalidad, con sentido de pertenencia, de arraigo e identificación con la institución y la sociedad.

Ser deportista es un valor que cada persona agrega a su vida como un modo de pensar, de sentirla y de vivirla con alegría, optimismo y entusiasmo. Y ser un deportista de selección supone, además, cultivar los valores del trabajo del autocontrol, la aspiración a competir, ganar y perder con nobleza e hidalguía.

Para ello, es fundamental que el deporte, como modelo educativo, se nutra de dirigentes que sean conscientes que la inclusión institucional es el medio natural para formar en valores éticos y morales a las generaciones más jóvenes, pues éstos serán con el tiempo su relevo en la conducción de la organización deportiva.

 

Por eso, ser dirigente deportivo es hacer algo por el otro, aunque mucha gente no lo comprenda. Formar jóvenes deportistas es enriquecer la vida en sociedad con mejores personas, que serán capaces de conducirse en la vida social en base a valores y principios. Esta debe ser la tarea que anime a los dirigentes, jueces y entrenadores, y que principia por incorporar en los procesos institucionales-deportivos el respeto a las reglas del juego, al adversario y el buen comportamiento, desterrando los antivalores que hemos esbozado más arriba.

De ese modo, ser dirigente deportivo es un cargo de honor que se lleva con orgullo, con mente limpia, voluntad positiva y manos abiertas para dar a los que se ejercitan bajo ese liderazgo.

¿Pero qué dirigentes forman los equipos directivos? Por lo general son ex deportistas, padres de atletas que, en algunos casos no cuentan con suficientes conocimientos sobre el tema, pero con habilidades en otros campos. Con una visión holística, la formación del equipo de trabajo interdisciplinario en materias como gestión, administración, con tareas importantes en el área técnica, legal, contable, difusión, información, etc., es imprescindible. Por tanto, “El buen funcionamiento de la sociedad depende de la virtud de los ciudadanos.”

En esa línea, el Programa Naciones Unidas (PNUD), entiende al voluntariado como “organización voluntaria no remunerada de individuos o grupos que establecen un vínculo explícito con el fin de dar forma a una estructura deportiva con participación en clubes deportivos, recreativos y culturales”. En el aspecto cuantitativo, se podría afirmar que en el país existen alrededor de 20.000 organizaciones deportivas (clubes y otros), aportando al sistema más de 100.000 dirigentes, correspondiente al voluntariado del Sector Deporte.

Sin sus aportes desde el sector privado, el desarrollo deportivo-país, sería impensado.

Fernando Sotomayor G.

Ex Atleta